FUERZAS ADVERSARIAS: UN NEGOCIO EMERGENTE.
En 2013, nuestro Ejército del Aire dio de baja los últimos Mirage F-1 –las conocidas como “abuelas”- en la base aérea de Los Llanos, Albacete. Almacenados durante un lustro en las instalaciones de la Maestranza manchega, estos veteranos cazas han vuelto a la vida de la mano de un nuevo propietario: Draken International.
En octubre de 2019, Draken International y otras seis compañías fueron contratadas para proporcionar servicios de “fuerza adversaria” a la fuerza aérea y la marina de los Estados Unidos, en un masivo contrato de 6400 millones de dólares –una cifra similar a la de todo el presupuesto de defensa español-.
Pero, ¿qué son esos servicios de fuerza adversaria?.
Durante años, la fuerza aérea americana ha mantenido escuadrones de los llamados “agresores”: pilotos conocedores de las tácticas de los hipotéticos adversarios que hacían de fuerza enemiga durante ejercicios. Bajo el proyecto “Constant Peg”, Estados Unidos fue además capaz de hacerse con ejemplares de algunos cazas de fabricación soviética que le permitieron conocer mejor las capacidades de estos aviones. Algunos de estos aviones provenían de compras a países del tercer mundo que deseaban cambiar sus lealtades; otros, de capturas de guerra de las fuerzas armadas israelíes en sus guerras con sus vecinos árabes; y otros, incluso, de compras directas a China de los aviones que fabricaba con licencia de producción soviética.
La caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana permitió a la OTAN verse cara a cara con la herencia de la fuerza aérea de la República Democrática Alemana: un escuadrón de cazas MIG-29.
Sin embargo, el mantenimiento de estas aeronaves era complejo, la Unión Soviética colapsaba y sus oficinas de diseño se entretenían con nuevos modelos que dejaban obsoletos los MIG-21 y MIG-23 con los que se había hecho Washington.
La misión de actuar como fuerza adversaria recayó entonces en aeronaves fuera de servicio en los escuadrones activos, tales como el F-5 o su versión de entrenamiento, el T-38; pero también en unidades de primera línea como el F-15 o el F-16.
Estas aeronaves, sin embargo, eran diseños occidentales, eran manejadas por pilotos adiestrados en las mismas escuelas y sus capacidades eran de sobra conocidas por los escuadrones en activo. El DACT (Dissimilar Air Combat Training, o Adiestramiento en Combate Aéreo Disimilar) perdía entonces valor, al enfrentar en ejercicios mentalidades y plataformas muy parecidas.
La solución a esta carencia parece haber venido de la mano de contratistas –sin duda, ávidos de negocio- que ofrecen pequeñas fuerzas aéreas privatizadas, con modelos exóticos conseguidos aquí y allá –recobrando el encanto del entrenamiento “disimilar”-; con pilotos de diversa procedencia formados en otras tácticas; y sin las servidumbres logísticas y presupuestarias de mantener escuadrones de “agresores”, que consumen horas y recursos de las fuerzas aéreas en hacer el papel de “malos”.
Draken International es una de las compañías más conocidas en este mundillo. Al menos en España, de donde sacó de los almacenes de la Maestranza de Albacete el grueso de su actual fuerza de combate, compuesta por una docena de A-4 Skyhawks neozelandeses, una veintena de MIG-21 que provienen en su mayoría de antiguos estados miembros del Pacto de Varsovia, 22 Mirage F-1 que pertenecían a nuestra Ala 14, 12 Atlas Cheetah sudafricanos y hasta 26 entrenadores de fabricación checa Aero Vodochody.
Esta empresa ofrece servicios de adversario a todas las fuerzas de combate de los Estados Unidos (Marina, Infantería de Marina, Fuerza Aérea y Guardia Nacional), así como a la marina francesa. Su versatilidad le ha permitido elaborar adiestramiento de todo tipo, incluyendo, por ejemplo, la certificación de los sistemas de defensa aérea del ejército japonés, realizados en Nuevo México, donde Draken programó ataques de saturación sobre el sistema CHU-SAM fabricado por Mitsubishi. También ha participado en el adiestramiento de las tripulaciones internacionales del programa F-35.
Otra de las empresas con más experiencia en este campo, y también beneficiada del multimillonario contrato del Departamento de Defensa es ATAC: Airborne Tactical Advantage Company. La empresa fue adquirida por el gigante armamentístico Textron y ahora es una de sus filiales. Su flota está compuesta por antiguos cazas israelíes Kfir, entrenadores checos L-39 Albatros y veteranos reactores Hawker Hunter. Además, en 2017 firmó un importante contrato con el ejército del aire francés para la compra de hasta 63 Mirage F-1 almacenados, con el objeto de ampliar su flota.
ATAC participa, igual que Draken, en el adiestramiento de todas las ramas de las fuerzas armadas americanas, incluyendo el adiestramiento de plataformas tan avanzadas como el F-22; participando como agresores en los afamados ejercicios “Red Flag” o “Northern Edge”; certificando la defensa aérea de los grupos de combate de portaaviones; o haciendo de adversarios en el programa de formación de pilotos de caza de la US Navy en el Fighter Weapons School, más conocido como Top Gun.
Otras compañías más modestas, como Blue Air Training, ponen a disposición del Departamento de Defensa antiguos aviones de observación y ataque como el OV-10 Bronco para entrenamiento de los equipos JTAC (Joint Terminal Attack Controller… básicamente los hombrecillos de verde que, desde tierra, guían a las aeronaves de ataque hacia sus objetivos).
En resumen, estas compañías se anuncian como una alternativa que ahorra millones de dólares a los contribuyentes, que ahorran horas de vuelo a los fuselajes de las avanzadas y muy caras aeronaves que conforman las fuerzas aéreas occidentales y que ofrecen un entrenamiento muy avanzado a un coste reducido. Este adiestramiento bueno, bonito y barato se consigue mediante la combinación de pilotos de combate veteranos y plataformas seguras, con un coste bajo de hora de vuelo pero equipadas con sistemas muy avanzados como el Link 16 o los pods de reconocimiento de blancos en tierra.
Esperamos que este artículo habrá, al menos en la cabeza del lector, un debate sobre la viabilidad de que las fuerzas armadas españolas mejorasen su adiestramiento mediante un contrato de “servicios de fuerza adversaria”. No cabe duda que el mejor adiestramiento es aquel que consigue el máximo realismo. Aquel que ahorre sangre en el combate.