LA MARINA DE GUERRA ESPAÑOLA: 1976-1977.
En este artículo anterior analizábamos, Jane’s Fighting Ships en mano, el estado de nuestra Fuerza Naval en los años 1957-1958. La siguiente edición en nuestro poder es de 1976-1977. Ocurrieron muchas cosas interesantes en los 19 años que separan estos dos volúmenes. España estaba en plena transición tras dos décadas de profunda modernización, también en las Fuerzas Armadas, y acabábamos de perder nuestras últimas colonias.
En la fecha de publicación de este Jane’s Fighting Ships, el Almirante Pita da Veiga continuaba ostentando el cargo de Ministro de Marina. En abril del 1977 presentaría su dimisión, tras la legalización del Partido Comunista.
La Armada cuenta entonces con 51.000 efectivos, 33.000 de ellos reclutas que pasaban una media de 18 meses de mili en la Marina. La Flota estaba compuesta por un portahelicópteros (que pronto se convertiría en portaaviones), 13 destructores, 16 fragatas, un petrolero de flota, 8 submarinos, 22 patrulleros, 6 buques anfibios y 22 dragaminas. El Arma Aérea contaba ya con 53 aeronaves –muchas de las cuales siguen hoy en servicio-. Además, un ambicioso plan de construcciones navales estaba en desarrollo, potenciando la industria nacional.
Pero ¿Qué camino recorrió nuestra Fuerza Naval durante esos 20 años para llegar a esta situación?
La época estuvo marcada por la renegociación de los acuerdos con los Estados Unidos, que permitieron la modernización de las Fuerzas Armadas, la cesión de una importante cantidad de material y la apertura de España a la esfera occidental de la mano Washington.
Ya en el año 1961 se realizaban ejercicios con nuestro vecindario europeo, Francia y Portugal, con un importante componente antisubmarino y anfibio, y en base a la doctrina y procedimientos OTAN. No en vano se decía que la Armada había ingresado en la Alianza Atlántica 20 años antes.
En 1961 también se lanzó un ambicioso Programa Naval que preveía la adquisición –con el beneplácito americano- de 2 portaaviones ligeros, 2 destructores clase Coontz y 8 clase Charles F. Adams, 12 fragatas clase Bronstein, 14 fragatas ligeras, 8 submarinos, 3 buques de aprovisionamiento y 6 buques anfibios: una fuerza con un marcado carácter antisubmarino y con capacidad de proyectar fuerza en el Norte de África –fruto de las lecciones de la Guerra de Ifni-.
Nuestras ambiciones no fueron del todo correspondidas por Washington. Al mismo tiempo, existía cierta preocupación por la excesiva dependencia del material americano, que veía en Marruecos como un aliado en el Magreb, frente a una Argelia más alineada con los postulados de Moscú.
En 1965 se aprobó la Ley 85/65 de financiación de las Fuerzas Armadas, y que contemplaba para la Marina la adquisición de 5 fragatas de la clase DEG –que se impusieron a las Leander británicas por las reticencias del gobierno laborista de negociar con el Régimen de Franco-; 4 submarinos franceses de la clase Daphné; la modernización del Roger de Lauria y el Marqués de la Ensenada; la modernización del Dédalo, cedido por la US Navy y que permitiría cumplir con la histórica ambición de convertirnos en una potencia aeronaval; y la mejora de los medios de la Infantería de Marina y de las infraestructuras de nuestras bases.
Ese mismo año se creó el “Mando de Escoltas” y el “Mando de Anfibios”. La década de los 60 fue también clave para la potenciación de las capacidades de nuestro Arma Aérea: se adquirieron los primeros Bell-204 para la 3ª escuadrilla, las primeras avionetas Piper Comanche –a espaldas del Ejército del Aire-, y los primeros SH-3D Sea King. Nuestra fuerza aérea también adquirió sus primeras aeronaves de patrulla marítima: los Grumman Albatros, que fueron basados en el aeropuerto de Jérez.
La década de los 70 comenzó marcada por la firma de un Tratado de Comercio con la Comunidad Económica Europea, lo que permitió un despegue de nuestra economía. Las relaciones con Francia eran buenas y el país galo se había convertido en nuestra alternativa para el suministro de material militar.
Por otro lado, la flota de la Unión Soviética, en su proceso de transformación hacia una verdadera fuerza oceánica de la mano del Almirante Sergei Gorshkov, se desplegaba con mayor frecuencia en nuestras costas atlánticas y en el Mediterráneo occidental, lo que obligaba a la Marina a redoblar sus esfuerzos antisubmarinos.
En 1970 se produce también una revisión de la renovación de los acuerdos firmados con los americanos en 1968, y se consigue la cesión de 16 unidades que potenciarían, principalmente, nuestra capacidad antisubmarina y anfibia. Se trataba de 5 destructores de la clase FRAM, 3 submarinos Guppy, 3 LST de la clase Torrebonne Parish, 1 LSD (el que sería conocido como L-31 Galicia) y cuatro dragaminas oceánicos.
En 1972 se aprobaría el Plan General de la Armada 72-79. La inversión en defensa era entonces del 1.5% del PIB. Existía entonces una importante conciencia de defensa y de la condición marítima de nuestra nación. Este Plan General determinaba la creación, dentro de la Armada, de los grupos de unidades reflejados en el cuadro anexo.
Entre 1972 y 1975 se produce también la entrega de las primeras fragatas de la clase Baleares –dotadas con misiles antiaéreos SM-1, un arma muy capaz para la época, así como de torpedos propulsados por cohete “ASROC”- y de los submarinos de la clase S-60, diésel-eléctricos y muy silenciosos. Ambas clases habían sido construidas en España bajo licencia americana y francesa, respectivamente, y constituían un hito para el tejido industrial nacional.
Este hito daría paso a la construcción de las corbetas de la clase Descubierta, que comenzaría a en 1973 en base a un diseño español. Los astilleros de la EN Bazán también pondrían la quilla de 12 patrulleros de las clases Lazaga y Barceló, de diseño alemán, rápidos, bien armados y muy capaces. En 1975 se empezaría la construcción de los primeros dos submarinos de la Clase Galerna (S-70), que permanecen todavía en servicio.
Adicionalmente, se procedió a la adquisición de los primeros helicópteros Hughes y de los Cobra que formarían la hoy extinta 7ª Escuadrilla de la Armada. En 1973 se firmaría además la compra de los primeros AV-8 Matador, alcanzando la Marina una de sus históricas metas: dotarse de capacidad aeronaval con aviones de ala fija que podrían embarcar en el Dédalo. El mismo año el Ejército del Aire recibiría también los primeros P-3A Orión.
La muerte de Franco y la Transición llegaron a España a finales de 1975 con una Marina de Guerra en expansión; con plataformas veteranas pero capaces; bien adiestrada –especialmente en guerra antisubmarina, defensa aérea y capacidades anfibias; con un programa de adquisiciones ambicioso pero coherente –con algunas carencias todavía, como la ausencia de misiles antibuque en su inventario; y con una estrategia clara y bien definida al servicio de su misión esencial: adquirir y ejercer el dominio del mar para garantizar las comunicaciones marítimas vitales para nuestro país.
La Marcha Verde sorprendería a España con Franco agonizante, pero no cabe duda de que las Fuerzas Armadas, y nuestra Marina de Guerra en particular, estaba en aquellos años especialmente preparada para haber desempeñado su misión de forma eficaz si así se le hubiese requerido.
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Cuanto hecho de menos esa época,yo estuve en la baleares cuando fue la marcha verde,Que decepción cuando se entregó el Sahara.