La ofensiva de España contra DAESH. Llegó la hora de actuar en Libia
Comenzaba el año 2011 inmerso en un escenario turbulento nunca antes visto en varios países del flanco sur del Mediterráneo, zona de gran interés geoestratégico para España, y ante las sistemáticas violaciones de los Derechos Humanos que el dirigente libio Muammar Gadafi cometía contra su propia población para aplacar las protestas del pueblo por la situación que en Libia se vivía, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) adopta la resolución 1970, de 20 de Febrero, amparada en el artículo 41 del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas (NNUU) en la que se solicita el cese de la violencia por parte de las tropas gubernamentales contra su propia población y la consideración de las demandas legítimas del pueblo libio.
Ante la negativa del líder libio a cumplir las exigencias de la comunidad internacional expresadas en la Resolución 1970 del CSNU, éste adopta la Resolución 1973 con diez votos a favor y cinco en contra, en la que se autoriza el uso de todos los medios necesarios de fuerza para proteger a los civiles o a las zonas donde los haya, así como para prohibir los vuelos sobre el espacio aéreo libio (la conocida como zona de exclusión) y hacer cumplir el embargo de armas. Ésta es la primera Resolución del CSNU tras la Primavera Árabe en la que la comunidad internacional legitima a cualquier país u organización internacional a hacer uso de la fuerza para hacer cumplir las Resoluciones del CSNU y estabilizar el estado libio. Ésta fue la primera ocasión en las que las Fuerzas Armadas Españolas colaboraron en la estabilización de Libia enmarcadas en la Operación de la OTAN “Unified Protector”, con la participación de aviones F-18, un avión cisterna, uno de vigilancia, una fragata y un submarino para cumplir la Resolución de la ONU de embargo de armas y exclusión aérea en Libia.
Lo que ocurrió a continuación es sobradamente conocido por los lectores. Derrocamiento de Gadafi, desestabilización del país tras las repetidas intentonas fallidas de formar un gobierno de unidad nacional, fragmentación del país en milicias locales, y finalmente la irrupción del autodenominado Estado Islámico (EI) en el conflicto interno libio.
Así pues, y tras cinco años de estancamiento político y deterioro de las condiciones de Seguridad en Libia y en el Mediterráneo, hecho el cual afecta directa y considerablemente a la Seguridad de Europa, la ONU ha fomentado un acuerdo de formación de gobierno coherente e inclusivo recién aprobado por las partes interesadas. Sobradas son las razones por las que las fuerzas políticas locales pueden y deben ponerse de acuerdo que posibilite la propuesta de la ONU.
Es, una vez adoptado el acuerdo de formación de Gobierno, y con el consentimiento y a petición de éste, cuando de nuevo la comunidad internacional debe actuar militarmente reforzando la actual misión llevado a cabo por las tropas de la UNSMIL bajo el amparo Art.42 del Capítulo VII de la Carta de NNUU con el objetivo de eliminar la presencia del DAESH en el territorio libio y proporcionar al nuevo Gobierno todas las herramientas necesarias para que pueda asegurar la seguridad de sus ciudadanos, sus infraestructuras críticas, y el cumplimiento de la Ley. Una misión Peacebuilding que Libia necesita urgentemente a fin de poder cumplir con sus responsabilidades de estado.
Foto: Reparto de territorio en Libia
Desde el 1 de Enero de 2015, y hasta el 31 de Diciembre del presente año, España ocupa un asiento en el CSNU como miembro no permanente, el máximo órgano de decisión de la ONU. Este asiento, arduo de conseguir, puede suponer múltiples prerrogativas a la nación dependiendo del grado de implicación de España en el contexto geopolítico internacional y la resolución de conflictos.
España es un país firmemente comprometido con la paz y la seguridad internacionales, y ha adoptado un enfoque multidisciplinar para combatir, desde la perspectiva multilateral, las amenazas que ponen en riesgo la estabilidad internacional. No sólo contribuye con sus tropas al sostenimiento de las misiones de Naciones Unidas, sino que es un activo promotor de la diplomacia preventiva, poniendo el énfasis en las causas profundas de los conflictos.
España ha sido y sigue siendo un actor importante en los trabajos de Naciones Unidas para hacer frente a las nuevas amenazas como el terrorismo, la piratería o la delincuencia organizada transnacional, y considera fundamental la labor de estabilización en la etapa post conflicto y a ello obedece su empeño en participar activamente y reforzar el trabajo de la Comisión de Consolidación de la Paz.
Así pues, se podría considerar que es el momento oportuno para, aprovechando el grado de influencia y decisión que proporciona la membresía a tan distinguido órgano, participar activamente en una operación militar como la que se presenta en Libia, a la postre zona de gran interés para la Seguridad Nacional, y que pudiere proporcionar pingu?es beneficios al país en términos políticos, económicos y comerciales. Por un lado aumentaría el prestigio internacional del país a nivel político y militar, y por otro favorecería la posición española en temas que nos concierne como el levantamiento del embargo a la isla de Cuba, la resolución del contencioso abierto con Colombia tras el hallazgo del Galeón “San José”, el posicionamiento de España como hub energético del sur de Europa, etc.
Esta nueva misión internacional, amparada bajo la legitimidad que proporcionan las resoluciones del CSNU y encuadrada en un escenario de baja-media intensidad, es una perfecta oportunidad para que España demuestre su papel de potencia media interesada y preocupada por los problemas que afectan no solamente a los intereses nacionales, sino también a aquellos de los socios comunitarios y los aliados de la OTAN. El momento no puede ser más propicio, pues tácticamente la operación requiere de unidades navales con capacidad de proyección de fuerza, una capacidad que en Europa solamente pueden proporcionar por el momento tres países: Francia, Italia y España. A pesar de que los aeródromos de Malta e Italia están relativamente próximos, las misiones CAS (Close Air Support por sus siglas en inglés) que necesitan las tropas terrestres para avanzar rápidamente sobre las posiciones del DAESH asegurando el mínimo número de bajas propias, así como las Surge Operations realizadas por los grupos de Operaciones Especiales, requieren de buques anfibios y con capacidad aeronaval de ala fija y rotatoria frente a las costas libias.
Francia, recientemente embarcada en la empresa siria, tiene a su único portaaviones realizando operaciones de combate contra los terroristas del DAESH en el Mediterráneo Oriental. Así pues, tiene su capacidad de proyección de fuerza comprometida en este escenario y no sería capaz de participar con todos los medios necesarios en esta nueva operación. Igualmente, tiene comprometido un gran número de efectivos humanos en los diferentes conflictos que asolan varios países de África, por lo que es de prever que sean proclives a apoyar con su asiento permanente en el CSNU una operación de otro socio comunitario. No obstante, conociendo el gran interés francés por la estabilidad del país, no sería descabellado que proporcionase aeronaves de reconocimiento operando desde Sigonella o cualquier otro aeródromo próximo situado en territorio europeo.
Italia sería la siguiente opción coherente en este escenario. Próxima a Libia, con capacidad total de proyección de la fuerza, afectada directamente por los flujos migratorios que proceden del país africano, y con fuertes vínculos políticos, económicos y comerciales con su antigua colonia, podría solicitar liderar esta misión o realizarla en el marco de una nueva misión de la OTAN. Si bien tiene capacidad militar y política para llevar a cabo esta empresa, es posible que su falta de apoyo en el contexto internacional sea un inconveniente para su elección. No obstante, no hay que descartar la necesaria colaboración logística que proporcionan sus bases y alguna unidad aérea o de superficie.
Reino Unido es otro país interesado en la estabilización del país, pero no tiene la capacidad aeronaval necesaria para proyectar su fuerza en un escenario tan alejado de sus fronteras, por lo que podría apoyar las labores de inteligencia en una zona de la que nunca se ha desentendido, y en la que según fuentes oficiales ya tiene desplegado un operativo en el que se incluyen miembros del Servicio de Inteligencia MI6.
Y por fin la opción de España, la opción que más interesa a nivel nacional, y sin duda la más coherente. Su asiento en el CSNU puede proporcionarle el apoyo necesario en el contexto internacional. Con buenas relaciones con los miembros permanentes del CSNU de los que evitaría el veto, podría liderar esta nueva misión de paz de la OTAN con el apoyo militar de otras naciones. España dispone de plataformas interoperables con las unidades de la US Navy, como lo demuestras las recientes pruebas realizadas a bordo del Portaaeronaves “Juan Carlos I” con aeronaves V-22 “Osprey” de los US Marine Corps y sus equipos de Operaciones Especiales.
El Presidente de EEUU, Barack Obama, ha solicitado recientemente a su Chieff of Military Staff el estudio de una operación urgente contra el DAEH en Libia, país que está viendo incrementar el número de terroristas provenientes del escenario sirio e iraquí donde los esfuerzos de la comunidad internacional están asestando un duro golpe a los fieles de Al-Baghdadi. Pero el Presidente Obama, metido de lleno en año electoral, es posible que ceda el liderazgo de la nueva misión a un aliado europeo.
Si bien es cierto que cuenta con los mejores medios de inteligencia, navales y aéreos en la zona, podría decidir operar desde un segundo plano de cara a la comunidad internacional y a su propio electorado en este escenario de baja-media intensidad, realizando Surge Operations puntuales desde el Portaaeronaves “Juan Carlos I”, y proporcionando medios logísticos y de inteligencia.
España ha conseguido durante los últimos años recuperar la confianza del aliado norteamericano, y prueba de ello es la acogida de los destructores anti-misiles con base en Rota y el contingente de los Marines y sus V-22 “Osprey” ubicados en la base de Morón, así como la reciente integración de fragatas F-100 en el escudo anti-misiles de la OTAN. No obstante, tomar el liderazgo de una misión internacional de la OTAN en el escenario libio podría reforzar la determinación del país en los asuntos de interés común y satisfacer las demandas de EEUU de una mayor participación militar de los países europeos de la OTAN en la Seguridad Colectiva, algo que España no ha podido del todo satisfacer durante los últimos años debido al negativo contexto económico.
Se preguntarán los lectores qué tipo de medios puede poner España al servicio de semejante misión. España, por su situación geográfica y su capacidad militar, puede disponer de una fuerza conjunta con plena capacidad de proyección de fuerza prolongada durante el tiempo que requiera la eliminación del DAESH y estabilización del país. Puede poner a disposición de la OTAN el portaaeronaves “Juan Carlos I”, helicópteros de transporte de tropas y de reconocimiento, y aviones de ataque a tierra Harrier AV-8B+ idóneos para misiones CAS. Dispone igualmente de los buques anfibios Galicia y Castilla, de los buques de aprovisionamiento de combate Cantabria y Patiño, de escoltas de superficie y submarinos capaces de realizar misiones de inteligencia frente a las costas libias. Puede proporcionar aviones de reabastecimiento en vuelo, sistemas de mando y control y una brigada de Infantería de Marina con todos los medios y vehículos necesarios para asegurar la infraestructura petrolífera libia, objetivo principal del DAESH y principal fuente de ingresos del país. Una vez eliminado el grupo terrorista y estabilizado el territorio libio sería necesario que la ONU, a través de una nueva misión Peacekeeping, apoyase la formación de las nuevas Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado para que éste sea capaz de proporcionar a sus propios ciudadanos las condiciones de Seguridad necesarias para el buen desarrollo del país.
Es de esperar que la siguiente pregunta que se hagan sea qué obtiene España de semejante iniciativa. Y aunque algunos de los beneficios, quizás los más destacables, los resumo brevemente en las siguientes líneas, son innumerables en el actual contexto globalizado.
La más importante, sin duda, es el gran número de vidas humanas en peligro. Como estamos viendo en Siria e Irak, el DAESH realiza auténticos asesinatos en serie. La eliminación de este grupo terrorista empieza por la supresión de todos y cada uno de sus santuarios. La actual presión a la que se ven sometidos en los territorios Sirio e Iraquí está motivando que éstos se desplacen a otros santuarios desde los que continuar con sus operaciones, y Libia es el territorio escogido por la falta de autoridad y control que existe en el país por parte de las fuerzas gubernamentales. Podemos considerarlo, a día de hoy, un estado fallido.
Ante la próxima llegada de la primavera al Mediterráneo, cuando las condiciones climáticas posibiliten la navegación de pequeños embarcaciones, es de prever que los bajos precios de las materias primas, especialmente del petróleo, y los conflictos armados que asolan diversos países de África y Oriente Medio atraigan de nuevo oleadas de millones de migrantes hacia la costa libia. Puesto que la frontera turca se ha visto reforzada en los últimos meses gracias al acuerdo impulsado por la Canciller alemana, Angela Merkel, el punto más débil de la costa norte de África desde el que las mafias del tráfico humano, apoyadas y financiadas por DAESH, puedan operar es precisamente éste. Millones de personas que, ya sea en calidad de refugiados o inmigrantes, Europa no puede asumir. Acabar con las mafias del tráfico de personas en Libia se considera pues indispensable.
Una misión de esta envergadura posicionaría a España en una situación privilegiada en el CSNU. Daría muestra de su capacidad para asumir las responsabilidades necesarias que faciliten la Paz y Seguridad mundial, la de sus aliados, la de sus socios comunitarios y la del propio país. Posibilitaría un entorno favorable para una futura reelección como miembro no permanente del CSNU en el futuro.
Ante la actual carrera armamentística que llevan a cabo algunos países, y la modernización de unidades navales, aéreas y terrestres de otros, el complejo industrial-militar nacional vería reforzada su imagen en el exterior. España, que actualmente cuenta con un elevado nivel de nacionalización de su material militar ( LHD “Juan Carlos I”, LPD “Galicia”, URO VAMTAC, Buque de Acción Marítima, etc.) podría dar muestra de la calidad y fiabilidad de sus productos en un escenario real. Un elemento indispensable a la hora de impulsar la exportación de material militar, lo que supone un aumento considerable de la inversión en I+D+i del país y que contribuye directamente a la creación de miles de puestos de trabajo.
Otro beneficio a tener presente es la futura presencia de empresas nacionales en la reconstrucción y desarrollo del país. Libia, un país rico en recursos naturales como el petróleo, tiene por delante la difícil labor de reconstrucción del país tras cinco años de guerra civil que ha asolado gran parte del país. Las empresas españolas, desde entidades financieras a constructoras o empresas de telecomunicaciones, verían apoyados sus intereses una vez estabilizado el país gracias a la intervención del Gobierno.
Y finalmente el fortalecimiento de la Seguridad Energética de Europa. Un país con ingentes cantidades de recursos petrolíferos, y que antes de la guerra producía casi dos millones de barriles de crudo diarios, podría proporcionar una fuente alternativa de recursos petrolíferos a Europa con una mayor presencia y cuota de petroleras nacionales en el país reforzando así el papel de España en la política de solidaridad energética de la Unión Europea. A pesar de que la producción diaria se ha reducido a menos de 400.000 barriles diarios a causa de la guerra y los ataque del DAESH a instalaciones petrolíferas, la infraestructura del país apenas se ha visto afectada. Así pues, en pocos meses podría estar de nuevo funcionando a pleno rendimiento lo que reduciría la dependencia de la importación de crudo ruso.
Como pueden observar, el interés de la comunidad internacional por la estabilización de Libia está fuertemente fundamentado, si bien aún falta por decidir los actores que acometerán tal responsabilidad bajo el marco legal impuesto por la ONU. Es, sin duda, una oportunidad inmejorable para reforzar la imagen y presencia de España en la escena internacional, donde el creciente número de conflictos requiere de una mayor actuación por parte de las potencias políticas, diplomáticas y militares. Debe ser, por tanto, una decisión de Estado ampliamente respaldada en el Congreso de los Diputados sin solución de continuidad, y que debe ser tomada sin dilación a pesar de la incertidumbre política que atraviesa el país. Quizás la legitimidad que aportan las resoluciones de la ONU y las consecuencias de una nueva temporada de flujos migratorios en el Mediterráneo ayude a disipar las posibles dudas y fuercen a las partes a toma la decisión más acertada.