Proyecto Islero: cuando España pudo convertirse en una potencia nuclear.
El 29 de octubre de 1947, un miura llamado “Islero” arrancaba la vida del famoso torero “Manolete”. 15 años después, en 1962, el nombre de este toro sería utilizado para bautizar uno de los proyectos militares más secretos de nuestra historia reciente: la fabricación de un arsenal nuclear.
En 1951 se creaba la Junta de Energía Nuclear (JEN). Con una dirección militar, recibiría un fuerte impulso en 1955 bajo el amparo del programa “Átomos para la Paz”, en el que se aprobaba, por parte de Washington, la transferencia de tecnología norteamericana para la construcción de centrales de energía nuclear y la formación de personal clave en sus centros de investigación y universidades: uno de los elegidos para esta excepcional oportunidad de la posguerra sería el entonces Comandante del Ejército del Aire Guillermo Velarde, catedrático de física nuclear, que a su regreso a España sería nombrado Jefe de la División de Teoría y Cálculo de Reactores de la JEN.
Veamos ahora el contexto histórico. En 1956 Marruecos conseguía la independencia. Un año más tarde comenzaba la guerra de Ifni, en la que nuestras fuerzas armadas, dotadas mayormente de material de origen norteamericano (cedido tras los acuerdos de 1953), vieron cortadas sus alas al negarnos Washington su utilización contra su principal aliado en el Magreb.
Esta situación causó gran alarma en el gobierno de Franco. Su vicepresidente, el Capitán General Agustín Muñoz Grandes, veterano de la División Azul, encargo entonces al Almirante Otero Navascués un estudio sobre la posibilidad de desarrollar un arsenal nuclear sin levantar sospechas en la comunidad internacional.
Aunque el principal objetivo de este arsenal era disuadir a Marruecos de cualquier agresión contra los territorios españoles en el Norte de África, hacerse con armas nucleares permitiría situar a España en el selecto club de naciones con capacidad nuclear, reforzando su papel como potencia regional en el área del Mediterráneo.
El Comandante Velarde recibiría entonces el encargo de desarrollar para España cabezas nucleares basadas en Plutonio. En este proceso, apenas cuatro años después, el proyecto tuvo un golpe de suerte, que no fue tan bien considerado en la localidad almeriense de Palomares… El 17 de enero de 1966 un B-52 cargado con cuatro bombas termonucleares B28RI se estrellaba en vuelo con un avión cisterna. Su preciada carga caería sobre el sureste de España, afortunadamente sin explosionar. Un nutrido equipo de la JEN acudiría entonces al lugar del accidente antes de la retirada del material por parte de personal americano. Allí se consiguió información sobre estructura de las bombas, detonadores, núcleos… que serviría para dar un empujón al proyecto “Islero”, que hasta entonces había obtenido pocos progresos.
En 1968, mientras España entraba en la sospechosa lista de países con ambiciones nucleares por no firmar el TNP (Tratado de No Proliferación), se instalaba en la JEN el Coral-1, un pequeño reactor con capacidad para producir Plutonio con fines militares. Tres años después, los seis kilogramos necesarios para fabricar la primera bomba estaban cerca de alcanzarse, y había más razones para el optimismo: por un lado, España disponía de unas importantísimas reservas de uranio, de las que extraer el plutonio; por otro lado, en 1972 estaba prevista la entrada en funcionamiento de la central nuclear de Vandellós, de tecnología francesa -enemiga de las inspecciones de la OIEA- y cuyo residuo facilitaba conseguir más plutonio militar. Incluso se especuló con la posibilidad de utilizar nuestra colonia del Sahara Occidental como campo de pruebas. Sin embargo, nuestras ambiciones nucleares empezaban a distar mucho de pasar desapercibidas.
Un informe de la CIA del verano de 1973 enunciaba:
España es el único país europeo que merece atención como posible proliferador de armas nucleares en los próximos años. El país tiene reservas propias de uranio, un extenso programa nuclear con tres reactores operativos, siete en construcción y hasta 17 más proyectados, así como una planta piloto de separación química […] España ha rehusado firmar el TNP, aduciendo que las garantías de protección para los países no nucleares son insuficientes.
Es necesario mencionar que durante todo este tiempo el General Franco fue muy reacio a los éxitos de este proyecto, temiendo que Estados Unidos, al enterarse, aplicara sanciones económicas a la ya de por sí comprometida situación de nuestras finanzas. Carrero Blanco, sin embargo, era un firme partidario de este programa, en el que depositó sus esperanzas de que la relación entre Estados Unidos y España pasara del vasallaje a una relación entre iguales en la que Washington se comprometiera firmemente en la defensa de los intereses de Madrid.
Carrero Blanco era un político incómodo para Estados Unidos, y son varios los autores que han especulado con la posibilidad de que su muerte a manos de ETA, un día después de su entrevista con Kissinger, fuese facilitada por la CIA por orden de Washington ante la posibilidad de que el probable relevo de Franco tras la muerte del dictador fuese este marino ferozmente anticomunista y patriota.
Pero la muerte de Franco y su relevo por Carlos Arias Navarro no supusieron el final del proyecto Islero. Apenas un mes después de aquel 20 de noviembre de 1975 se aprobaba la construcción del CINSO (Centro de Investigación Nuclear de Soria), capaz de producir material para una producción de hasta 23 cabezas nucleares al año. El gobierno de Adolfo Suárez mantuvo el esfuerzo investigador para dotar a España de estas armas.
Sin embargo, el gobierno de Jimmy Carter, al conocer los avances del programa, redobló sus presiones para acabar con el Proyecto Islero, incitando a Madrid a la firma del TNP. La amenaza de sanciones económicas por parte de Estados Unidos si no se aceptaban inspecciones de la OIEA y la crisis política originada por el fallido golpe de estado del 23 de febrero de 1981 consiguieron, finalmente, frenar las ambiciones nucleares de España.
El proyecto Islero se mantuvo frágilmente con vida gracias al apoyo del gobierno de UCD de Leopoldo Calvo-Sotelo, que a pesar de su reconocido atlantismo apoyaba la idea francesa de una tercera nación nuclear europea que no dependiera, para su seguridad, de la tutela americana. En 1987, la firma del TNP por parte del gobierno del PSOE, le daría el golpe de gracia.
España renunció entonces a convertirse en una potencia nuclear, en aras de “facilitar” su acogida en la comunidad internacional, especialmente en el seno de la Unión Europea. Se renunciaba así a un proyecto que habría permitido a nuestro país gozar de una mayor independencia en política de defensa, que habría permitido a nuestro país convertirse en un importante actor regional.
A día de hoy, Ceuta, Melilla y los peñones e islas de soberanía española en el Norte de África siguen sin estar bajo el paraguas de la OTAN.
En Fuerza Naval nos hemos preguntado como sería hoy en día una España con armas nucleares. ¿Estaríamos en el Consejo de Seguridad de la ONU? Probablemente no, Israel, Pakistán, India… no han sido aceptados en este selecto club aunque posean armas nucleares. ¿Seríamos una potencia regional? Sin lugar a dudas, las armas atómicas sitúan en una posición de fuerza a su poseedor. En el caso de Irán, por ejemplo, su programa nuclear es una forma de hacerse valer frente a potencias regionales como Pakistán (potencia nuclear) y Arabia Saudí (potencia económica) ¿Sufriríamos presiones internacionales para deshacernos de nuestro arsenal? Probablemente en un principio. Pero en la UE conviven dos potencias nucleares, Francia y Reino Unido, sin demasiados problemas. ¿Habríamos podido mantenerlo económicamente? Mantener un arsenal nuclear es un gasto extraordinario, inasumible con nuestro actual presupuesto de defensa. La única razón que creemos que haría que el gobierno aceptase este gasto sería mantener una importante posición como potencia regional ¿Y políticamente? En la actualidad política de nuestro país, es difícil ver a España como potencia nuclear. Sin embargo, quizás de haber tenido estas armas a finales de la década de los setenta nuestra historia política habría sido otra. ¿Habría intentado Marruecos “tomarnos el pulso”, como hizo en Perejil? Desde luego, lo habría pensado dos veces. En cualquier lugar, no es un conflicto de la magnitud suficiente para que España -y mucho menos la comunidad internacional- viera legitimado usar armas nucleares ¿Tendríamos ICBMs, SLBMs? Es poco probable que tuviésemos armas balísticas. Nuestro arsenal nuclear sería más parecido al de Israel: armas tácticas, lanzables desde aeronaves (en bombas o misiles) o desde submarinos mediante misiles de crucero.
Para más información, os recomendamos acudir directamente a la fuente. Animaros a comprar el libro escrito por el responsable del proyecto, Guillermo Velarde, y conoced a fondo los entresijos de esta interesante parte de nuestra Historia.
Saludos. No es correcto donde dice que el Popeye es un vector nuclear israelí. Creo que confunden el Popeye con el Super Popeye, que es un misil de tipo crucero y de concepción muy diferente.
Fue un error abandonar el proyecto nuclear español por presiones de EEUU, una fuerza atómica estratégica le daría un enorme poder de disuasión frente a Marruecos y obligaría a GR Bretaña a devolver Gibraltar, sin contar la enorme hostilidad de Francia, EEUU y GR Bretaña hacia España : Resultados de la búsqueda
Jacques Chirac, el gran enemigo de España – Libertad Digital
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Fé de erratas, ; muerte de Manolete fue el 29 de agosto de 1947 y no en octubre