SUBMARINOS CLASE ALFA: La historia detrás de una de las máquinas más sorprendentes de la Guerra Fría.
En la década de los 60, la Flota Roja, a las órdenes del Almirante Sergei Gorshkov, estaba en pleno proceso de expansión para convertirse en una marina con capacidad oceánica. La superioridad naval norteamericana, forjada alrededor de los grupos de combate de portaaviones, era patente.
Para hacer frente a esta superioridad, el gabinete Malakhit diseñó una nave que reunía una serie de características innovadoras para la época: altísima velocidad, capacidad de operar a grandes profundidades, elevado grado de automatización. Este proyecto se materializó en una nueva clase de submarinos, de las que sólo se construirían siete unidades: la clase Alfa o, en su denominación soviética, el Proyecto 705 “Lira”.
Los submarinos de la clase Alfa se caracterizaban por su exótica planta propulsora: un reactor nuclear refrigerado por metal fundido: una mezcla de plomo y bismuto. Este reactor, muy difícil de mantener y operar –si la temperatura bajaba de 125ºC, el metal se solidificaba inutilizando el reactor-, permitía a los submarinos clase Alfa alcanzar velocidades de hasta 43 nudos. Un récord de velocidad entre los submarinos nucleares de ataque que sólo fue superado por el proyecto de la clase Papa.
Este récord de velocidad tenía, como cabía esperar, una contrapartida no tan atractiva: un elevado nivel de ruido radiado, lo que hacía al submarino clase Alfa muy detectable. Pero en 1971, cuando el primer buque de la serie, el K-64, se hizo a la mar, no había muchas armas antisubmarinas capaces de seguir a un blanco capaz de navegar a 43 nudos. Tampoco había muchas armas capaces de operar a profundidades de hasta 700 metros: la cota operativa del Alfa.
Occidente comenzó a desarrollar armas antisubmarinas más capaces -más rápidas y con mayor profundidad máxima- que permitieran contrarrestar esta virtual invulnerabilidad del Alfa. Torpedos como el MK-48 o el Spearfish fueron concebidos en esta época. Incluso hoy en día, las cotas máximas operativas de los submarinos de ataque suelen estar entre 300 y 400 metros, y sus velocidades máximas rondan los 35 nudos.
La gran velocidad y cota operativa del Alfa estaba íntimamente relacionada con el material utilizado en su construcción: Titanio, un metal conocido por su altísima resistencia y su ligereza. La CIA dudó durante años de la capacidad soviética para acopiar y construir una clase de submarinos con este metal, que requería técnicas de construcción y soldadura muy concretas. Sin embargo, una operación de inteligencia para extraer virutas metálicas del fondo de los diques de construcción de los astilleros del Almirantazgo en Leningrado –hoy San Petersburgo- confirmaría los peores temores: el Alfa había sido fabricado íntegramente con este metal.
La ligereza del titanio, la elevada potencia de su reactor y el reducido tamaño del Alfa –apenas 3200 toneladas. 80 metros y una dotación reducida a 31 efectivos, todos oficiales- permitía a estos submarinos ser muy maniobrables, capaces de acelerar hasta esos 43 nudos en apenas minuto y medio. Su compartimentación en seis secciones estancas les garantizaba una gran supervivencia en combate.
Los Alfa disponían de seis tubos lanzatorpedos, y capacidad para un total de 18 armas, normalmente torpedos SET-65 o 53-65K. Su misión principal, dada su altísima velocidad, era la de “interceptar” grupos de combate y unidades de superficie rápidas y valiosas, efectuar seguimientos, y en caso de comienzo de las hostilidades, dejar fuera de combate a estas unidades.
En 1995, el último de los siete submarinos clase Alfa había sido dado de baja. Su alto coste de mantenimiento, que le valió el sobrenombre de “Pez Dorado”, y las complejidades de su reactor (4 de los 7 sufrieron la temida solidificación del metal que actuaba como refrigerante) impidió que siguieran en servicio tras la caída de la URSS. Cuatro de sus sucesores de la clase Akula –en la que se eliminaron muchos de los aspectos que hacían del Alfa un submarino excesivamente complejo y costoso de operar- continúan en servicio con esa misión de “interceptor”.
Sin duda, la clase Alfa supuso la ruptura de varias barreras tecnológicas. Un fenómeno que se repetiría algunas veces más a lo largo de la Guerra Fría.
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Interesantísimo como siempre.
POR FAVOR POR FAVOR POR FAVOR QUIERO MAS FOTOS DE ESTE GUERRERO DE LOS MARES, ESTE SUBMARINO ALFA, DEL SUBMARINO VICTOR III, POR FAVOR, SON UNA DELICIA
Jamás eeuu igualara a la URSS hoy Rusia,en diversidad de modelos y lo principal,en la belleza de sus formas hidrodinamicas de cada uno de ellos que es la envidia de cualquier ingeniero naval.
Aun siendo un periodo turbulento de la historia, es cuando se producen los mayores avances tecnológicos. Siempre me han fascinado la capacidad sovietica, para producir este tipo de vehiculos tan avanzados.