Suenan tambores de guerra en el Kurdistán
La llegada de Donald J. Trump a la presidencia de EEUU ha sido una auténtica revolución en el contexto internacional. No cabe duda de que el Presidente norteamericano es un hombre eminentemente de negocios, y por ende tremendamente práctico. No es un hombre de política, de protocolos, de relaciones internacionales. El Presidente de EEUU es un empresario de pies a cabeza y por ende ésta, su cabeza, la tiene estructurada en el riguroso esquema que establecen las relaciones empresariales.
El Presidente Trump tiene la empresa más poderosa del mundo a sus órdenes, y lo sabe. Y como está demostrando, no va a vacilar en utilizarla con el mayor pragmatismo que conciba para llevarla a beneficios. Unos beneficios que pasan por erradicar la enorme deuda externa que arrastra fruto de su negativa balanza comercial y excesivo gasto interno durante los últimos años.
Y dado su perfil empresarial y su forma de hacer negocios, lo que esperamos es que utilice los medios y los métodos más incisivos, sus Fuerzas Armadas, en el menor tiempo posible. Quiere resultados, y los quiera ya.
Si analizamos su primer viaje de estado al extranjero y los acontecimientos que se están desarrollando, podremos hacernos una idea de lo viene por la proa.
En su primera salida al exterior, Donald J. Trump visitó dos países clave en su política nacional e internacional. A Arabia Saudí le dejó claro que era su principal aliado árabe en la zona, y a Israel que le prestaba su incondicional apoya con todas las consecuencias. Posteriormente se dirigió a Europa, donde repitió de nuevo que se habían acabado las buenas intenciones. Si los europeos quieren seguridad, tendrán que pagarla en su justa medida. Y por último, se dirigió a Taormina, Sicilia, donde no dudó en presentar sus credenciales para convertir a EEUU en la potencia indiscutible que ha sido desde la desintegración de la URSS.
Así pues, y analizando detenidamente los acaecimientos pasados y presentes en Oriente Medio, es probable que el conflicto por la independencia del Kurdistán dé una vuelta de tuerca.
Situándonos en el contexto histórico, el Kurdistán es una zona geográfica que se sitúa al sur de Turquía y al norte de Irak, Siria y Noroeste de Irán. Sus habitantes son principalmente de etnia kurda y de religión mayoritariamente musulmana, y la posición estratégica y los recursos minerales que alberga son de gran interés para todos los actores involucrados.
Los principales actores implicados son Turquía, Siria, Irak, Irán y el PKK (Partido Kurdo del Kurdistán), todos ellos enfrentados entre sí por los diferentes intereses en esta zona.
El PKK aspira a lograr la reunificación de todos los Kurdos en un territorio independiente llamado Kurdistán. Para ello, debe conseguir la independencia de Turquía, Siria, Irak e Irán, y ninguno de los cuales está dispuesto a concedérsela.
No obstante, cuenta con apoyo de EEUU, quienes ayudaron al pueblo kurdo a librarse del yugo de Saddam Hussein en los 90, y quienes están dispuestos a apoyar la formación de su anhelado estado. ¿Y qué gana EEUU en este proyecto? Principalmente, continuar explotando sus recursos minerales (recordemos que varias empresas petrolíferas de EEUU explotan de facto los pozos petrolíferos de la región del Kurdistán Iraquí sin la mediación del gobierno de Bagdad) y el control de un gobierno títere en una zona geostratégica de vital importancia para el paso de oleoductos y gaseoductos a Europa a través de Turquía.
No es de extrañar, por tanto, que tanto Turquía como Irak y Siria, estos últimos con el apoyo de Irán y Rusia, estén centrando sus esfuerzos militares contra los combatientes kurdos en la zona.
Así pues, tampoco es extraño que recientemente un avión de combate F-18 de EEUU haya derribado a un Su-22 de las fuerzas aéreas sirias en su propio territorio, alegando que estaban atacando a los combatientes kurdos apoyados por EEUU en la lucha contra el ISIS.
Y tampoco nos debe extrañar la reorientación estratégica de Turquía en la escena internacional. Los intereses energéticos y geopolíticos de Donald J. Trump en la zona difieren de los del resto de actores, incluido Turquía. Tras el incidente ocurrido el año pasado entre Turquía y Rusia por el derribo de un avión de combate ruso en espacio aéreo turco y el consiguiente deterioro de las relaciones biliterales entre ambos países, la deriva islamista del Presidente Turco, Recep Tayyip Erdogan, y el supuesto intento de golpe de estado del que el propio Presidente culpa a occidente, quien da cobijo a su principal opositor, Fetula Gulen, Turquía se ha ido acercando a Rusia y alejando de la OTAN. Y esto, en términos energéticos y militares, tiene su importancia.
La deriva turca hacia el este podría alinear su política internacional con los intereses de Moscú y sus socios en la zona, y debilitar las de EEUU y los GCC. Por tanto, es probable que también repercuta en un incremento de las operaciones militares contra los grupos rebeldes kurdos apoyados por EEUU.
Si Donald J. Trump se decide a aplicar su pragmatismo empresarial, no sería descabellado pensar que EEUU se dispusiese a apoyar una declaración de independencia en el Kurdistán. Una opción que perjudicaría gravemente las aspiraciones de Irán, Qatar, Turquía y Rusia en los países afectados, y que beneficiaría la opción del GCC y de EEUU, quiénes podrían abastecer a Europa de energía no solo a través del oleoducto y gaseoducto saudí, sino también por el atlántico gracias a la incipiente industria del fracking que tanto se ha esmerado en potenciar.